lunes, 28 de noviembre de 2011

PLAZA DEL VOLADOR

El pueblo mexica practicaba un juego o ceremonia llamado del volador, se levantaba en el centro un predio un altísimo árbol, desnudo de ramas y corteza, terminado con un aparato en forma de tambor, del que pendían cuatro cuerdas que sostenían un marco de madera. Enrolladas en el árbol otras cuatro cuerdas que pasaban por otros tantos agujeros del bastidor, se trepaban sucesivamente, un indio en la parte superior del árbol, varios en los barrotes del cuadro, y cuatro atados a las extremidades de las cuerdas, vestidos con el traje característico de los caballeros águilas. Estos se lanzaban al aire, ponían en movimiento aquella máquina, describían al desarrollarse las cuerdas círculos progresivos de menor a mayor, entretanto que el primer indio guardaba su equilibrio allá en la punta del árbol, bailando al son del huehuetl y empuñando una bandera; mientras que los otros bajaban por las cuerdas apresurados, pasando de unas a otras para llegar a la vez abajo, al tiempo mismo que los atados a las cuerdas.

Las alas extendidas de los caballeros águilas, el girar vertiginoso, los prodigios de equilibrio y el dar cada uno de los atados precisamente trece vueltas, para conmemorara el periodo cíclico de cincuenta años, constituían el mérito esencial del juego simbólico, que por haberse verificado en muchas ocasiones, antes y aún después de la Conquista, en el que fuera el lado sur del Palacio de Motecuhzoma, éste fue llamado desde entonces la Plaza del Volador.
La Plaza del Volador fue cedida a D. Hernándo Cortés por la Majestad Católica del Emperador D. Carlos V.
Los herederos del conquistador vendieron el edificio que es ahora Palacio del Supremo Gobierno de la República; la venta fue el año de 1562, y se reservaron la parte en que se edificó después la Universidad y el mercado del volador.
Transcurrido algún tiempo, quedáronse también sin el terreno de la ex Universidad, a pesar de los litigios y reclamaciones continuas. D. Pedro Cortés obtuvo la propiedad legal, por sentencia pronunciada a 12 de enero de 1624 y "confirmada en revista" el 9 de julio del propio año. Desde esta fecha comenzó a servir la Plaza del Volador para diversos usos:
Allí se verificó el pomposo y célebre Auto General de Fe de la Inquisición de Nueva España, el 11 de abril de 1649, Dominica in Albis.
También desde entonces la Plaza del Volador fue lugar de cita para los comerciantes de frutas y legumbres, y sirvió muchas veces para las corridas de toros.
Para verificar éstas, los mercaderes eran trasladados a otros puntos y se levantaban de madera circos taurinos provisionales; pero con el preciso requisito de ceder lumbreras gratis al juez conservador del Marquesado del Valle, "al Gobernador y a los demás empleados en señal de Dominio".
Unas veces desde los palcos que construidos en los balcones del Real Palacio, y otras en tablados que conducían desde éste al redondel, los virreyes de Nueva España asistían a los espectáculos de los toros.
Se le conoció con los nombres de la Plazuela de las Escuelas, Plazuela de la Universidad, porque ya por entonces se levantaba este edificio hacia la parte Oriente; pero aquellos nombres no subsistieron y continuó siendo designado por Plaza del Volador.
Desde época remontísima comenzó ésta a servir de mercado. El 2 de enero de 1659, se ordenó que se trasladaran a la Plaza del Volador las panaderas, fruteras y tocineros que se hallaban diseminados en la plaza principal.
El Virrey, D Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, segundo Conde de Revilla Gigedo, deseando despejar la plaza principal y aun el mismo patio del palacio, de los muchos e inmundos mercaderes que invadían estos lugares, resolvió construir de madera un mercado especial en la Plaza del Volador, con cajones de anverso y reverso y tinglados; aquéllos con ruedas para que se pudieran llevar de un punto a otro.
El 19 de enero de 1792 se estrenó el mercado, al cual se entraba por ocho puertas, cuatro situadas en las esquinas y cuatro en la mitad de cada lado. Los cajones de madera tuvieron de costo la suma de 34,307 pesos, y con lo gastado en empedrado, atarjeas, etc. , importó toda la construcción la cantidad total de 44,000 pesos.
Una de las aceras de los cajones de aquel mercado primitivo fue presa de un incendio, a las nueve y tres cuartos de la noche del 9 de octubre de 1793, incidente que, unido a que en noviembre de 1798 fueron trasladados los puestos y mercaderes al cementerio de la Catedral (con el objeto de dar corridas de toros para las fiestas celebradas en el recibimiento del Virrey, D. Miguel José de Azanza).
Empero, con corridas y todo, el comercio continuó efectuándose en la Plaza del Volador, hasta verse sustituidos los puestos portátiles de madera, con un edificio de sólida mampostería a fines de enero de 1844.


El Mercado del Volador sufrió un voraz incendio la noche del 17 de marzo de 1870. El Mercado se clausuró el 15 de 1890 y en su lugar se plantó un jardín que a fines del año de 1935 se quitó para levantar el Palacio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y algunas oficinas judiciales.